4- El taxista

 

Mi mente estaba completamente concentrada en el carnicero cuando escuche:
“Reina”, “Reina” mire hacia atrás para ver a quien llamaban y vi el cartel "Mr. Rey Nah", y entendí que era para mí. Mis amigos como sorpresa mandaron alguien a que me recogiera.

“Rey Nah soy yo” le dije al señor del cartel (que entendió: la reina soy yo), un dominicano de unos cincuenta y tantos bajito y algo rechoncho, pero con la alegría en el cuerpo que solo el sol del caribe te puede dar. El me miró un tanto extrañado, pensando "estas ligando conmigo", o "esto es una broma", antes de que su fantasía volara muchos mas, (y la hubiese dejado volar si hubiese sido mi tipo) me apresuré a especificar “el Sr. Rey (pausa) Nah soy yo.” Su cara se relajó y me dió la bienvenida, se dispuso a ayudarme con mis maletas y yo le dije que prefería llevarlas yo. Y es que yo con las maletas no me la juego.

Una vez en el coche me relajé, el conductor, charlatán, no paraba de preguntarme de donde venía “de Barcelona” “de  la madre patria” me respondió él, “unas mujeres bien lindas pero con poca carne, las españolas no comen mucho ¿verdad?”, según hablaba suena el teléfono otro mensaje de Gary “cena a las 10, y esta vez no te traigas al taxista” 
Mi mente un tanto cansada de oír al señor dominicano se evadió al día que conocí a Gary. Fué en una exposición de esculturas en Manhattan en la que yo tenía que trabajar como relaciones publicas y Gary era el artista que exponía sus cuadros. Como llegaba tarde tomé un taxi, con la buena suerte que el taxista era un ruso bien parecido, matemático que estaba terminado su doctorado en la universidad de Nueva York y se sacaba unos dólares extra como taxista.

Para mi fue atracción instantánea, y ya me veía aprendiendo ruso, bebiendo vodka, leyendo a Dostoyeski y casándome en el Kremlin. No fue difícil entablar conversación utilice todos los recursos y conocimientos que tenía sobre Matemáticas que no daban para mucho y alguna que otra palabra en ruso, todo en tono entre me interesa lo que dices y me quiero casar contigo. A él le parecía gracioso y me respondía Da Da todo el rato, (luego me entere que Da era si).

Según llegábamos habíamos hablado ya de todo de la caída del muro del comunismo del la borracheras de Boris Yeltsin y el frío de Siberia. Pero a nivel romántico no parecía que hubiera ninguna oportunidad así que borré de mi imaginación la boda en el kremlin y me resigne a que esa era sólo una charla más con un taxista. Al llegar a la galería en el Soho y cundo me disponía a salir, el taxista dijo algo en ruso, al preguntarle qué había dicho me dijo “no me invitas a la exposición” y yo respondí “DA DA DA”.

Al subir a la exposición al primero que me encontré fue a Gary, nervioso porque las obras no se habían colocado como el quería, al verme entrar me preguntó "y tu quien eres" “soy el relaciones publicas” "y el que va contigo, solo hemos contratado a uno", “es mi taxista” "¿tu taxista?", “si y espero que mi futuro amante”. Gary me miro, sonrió y me dijo “bienvenido al club”. Gary se pasó toda la noche presentándonos como el relaciones públicas y el taxista, y sinceramente vaya taxista, DA DA y reDA.